El pintor vitoriano trabaja últimamente inspirado en entornos naturales como son los bosques cercanos a su tierra.
Es el bosque un lugar donde se siente “en paz” y a su vez inquieto, un lugar que le ofrece una cautivadora inspiración.
Árboles, animales y la figura femenina (a veces imaginada y a veces real) son los principales ingredientes en el desarrollo pictórico de esta nueva producción.
Las mujeres aparecen cual dríades o ninfas de los bosques donde antiguamente se decía que se aparecían a los viajeros solitarios. ¿No es acaso el pintor un viajero solitario, un caminante que vaga buscando lugares y personas que poder pintar?
Pero en este caso no son apariciones mitológicas, sino personas reales, con nombre y apellidos, con ropa de su tiempo o vestidos «para la ocasión», reubicadas en el bosque para contarnos una nueva historia o invitarnos a descubrir su secreto.
Miguel Ángel Salgado crea sus historias en el bosque, lugar y hogar de la fauna, la flora, el misterio y lo desconocido. Un lugar donde, al igual que en nuestra sociedad, las apariencias engañan. Salgado entiende el bosque como “frontera” con la civilización y lo cotidiano, como un umbral al que uno accede buscando una conexión íntima alejada del ruido.
Es, por tanto, “un lugar de autoconocimiento y prueba” al que debemos prestar mucha atención para no perdernos. En él encontraremos vida, muerte, belleza, peligros, historias, sonidos y olores, ingredientes que despiertan en la imaginación del pintor historias que poder contar de manera poética a través de un lenguaje pictórico propio.
El bosque como fuente de inspiración, como lugar de Búsqueda, de descanso, de introspección, de misterio, de contemplación, de belleza, de exploración y, en definitiva, de “imágenes imaginadas” que brotan de un trabajo de campo y de estudio del propio pintor.