La pintura reciente de Miguel Ángel Salgado muestra figuras femeninas en entornos boscosos. Estas pinturas tienen como antecedentes su anterior etapa pictórica, derivada de la investigación de su tesis doctoral «Análisis y desarrollo pictórico de los elementos formales y conceptuales en la pintura romántica de paisaje», en la que predominaban las ruinas, los árboles y, en ocasiones, las personas.
El sentimiento romántico, nostálgico y misterioso envuelven la obra del pintor en los diferentes temas que ha representado.
Para el pintor, los bosques se plantean como «frontera» con la civilización, una suerte de umbral de lo desconocido, portal a los secretos de la naturaleza.
Adentrarse en el bosque es una especie de «iniciación» o desafío ante lo desconocido, un camino donde conocerse a sí mismo, en soledad.
En el bosque podemos proyectar nuestros sentimientos, pues es hogar de lo oculto e indescifrable, donde la vida se abre paso discretamente.
El bosque es un lugar de incertidumbre donde la vida prospera y es objeto de deleite, libre de cualquier control.
La mística de la naturaleza y la contemplación de la belleza hacen del bosque un lugar de recogimiento y reflexión.
Por otra parte, la introducción de la figura femenina en estos enclaves, hacen que el lugar se plantee como un lugar de observación de la mujer en un entorno natural, alejado de la rutina, donde poder proyectar diferentes estados de ánimo, una seña de identidad empleada con anterioridad en el Romanticismo.
La tristeza, la melancolía, el misterio, la sensualidad, el duelo…son sentimientos que Salgado pretende proyectar en los rostros de las mujeres que retrata.
Salgado se interesa por la belleza que inquieta y sacude el mundo personal, una belleza que perecerá con el paso del tiempo y que pretende captar antes de que esto suceda.
Captar el instante de una mirada, de la luz incidiendo sobre el rostro, del cabello movido por el viento…son pequeños detalles ante los que el pintor detiene su ojos.
En este caso, la observación y representación melancólica de la mujer en un entorno natural, bucólico y misterioso son los ingredientes de sus últimos trabajos.
Para Miguel Ángel Salgado es muy importante «la emoción de lo bello, de lo natural y lo enigmático».
El pintor observa, espontáneamente, las bellezas de la naturaleza, de los cuerpos y los rostros humanos, de la flora y la fauna. A partir de esta observación Salgado es libre de pintar -a partir de esas realidades o de una idea propia y a veces ajena a lo natural- un universo creativo distinto, autónomamente inventado y nuevo.
Salgado pinta desde la libertad de expresar a través de un determinado lenguaje pictórico (en este caso figurativo) aquello que es afín a nuestro espíritu, aquello que nos cautiva y nos afecta en un momento determinado, aquello con lo que pretendemos comunicar a los demás un mensaje.
Miguel Ángel Salgado considera que en la belleza de un rostro hay un elemento de misterio que debe ser descifrado poco a poco a través de la observación, aunque probablemente no logre ser descifrado. Pero pintar ese «misterio» puede abrir otras puertas a quien mire la obra.
La contemplación del bosque, de la belleza y del misterio es lo que el pintor nos ofrece en sus últimos trabajos.