Esta vieja obra es un autorretrato en el que el propio pintor aparece atravesando una carretera, realizando de esta manera un guiño a los antiguos maestros de la pintura. La simbología de esta obra se hace patente en diferentes elementos.
El empleo de un medio de transporte no contaminante, atraviesa una carretera de asfalto, vía de vehículos contaminantes, como reivindicación. Esta idea se refuerza a través de un dibujo que sostiene en la mano y que representa un árbol, como reproche a los árboles perecidos para construir la propia carretera. A este simbolismo hay que añadir la banda colgada al pecho con los colores propios de la naturaleza, verde y azul, que representan tierra y agua. Es una obra particular correspondiente al primer periodo, cuando el artista cursaba Bellas Artes.